En la época romana, las grandes villas del campo no sólo eran lugares de ocio y esparcimiento, sino también eran centros de producción agrícola, ganadera o industrial. Junto al área residencial, había edificios funcionales apropiados para una casa de labor, como bodegas, establos, graneros, almacenes de cereales. También había hornos y herrerías para actividades artesanas y, finalmente, viviendas para los sirvientes y los esclavos, que eran los que realizaban las labores del campo. Las villas solían estar ubicadas en medio de una propiedad de tierra de cultivo, siendo la fertilidad del suelo un condicionante para su asentamiento en una ubicación concreta. Generalmente, se construían los edificios sobre una colina, en un lugar soleado y cerca de una corriente fluvial. La proximidad de algún centro urbano aseguraba la salida de su producción.1
Los cultivos más importantes eran los de trigo, de viña y olivos, así como árboles frutales, hortalizas, legumbres y lino. Las técnicas agrícolas mejoraron por la introducción del arado romano, molinos más eficaces que los de los íberos, como el de grano, la prensa de aceite, técnicas de regadío y el uso de abonos.
En Tarraco, como complemento necesario de la ciudad, hay varias villas, entre las que se pueden citar la de Centcelles, transformada en mausoleo en el siglo IV, y la dels Munts, en el término municipal de Altafulla.
Passeig de Colom 29
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Tarragona, España
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